jueves, 22 de mayo de 2014

REDACCIÓN: DILES QUE NO ME MATEN



        DILES QUE NO ME MATEN

Juan Rulfo
Escritor mexicano. Juan Rulfo creció en el pequeño pueblo de San Gabriel, villa rural dominada por la superstición y el culto a los muertos, y sufrió allí las duras consecuencias de las luchas cristeras en su familia más cercana (su padre fue asesinado). Esos primeros años de su vida habrían de conformar en parte el universo desolado que Juan Rulfo recreó en su breve pero brillante obra.
En 1934 se trasladó a Ciudad de México, donde trabajó como agente de inmigración en la Secretaría de la Gobernación. A partir de 1938 empezó a viajar por algunas regiones del país en comisiones de servicio y publicó sus cuentos más relevantes en revistas literarias.
En los quince cuentos que integran El llano en llamas (1953), Juan Rulfo ofreció una primera sublimación literaria, a través de una prosa sucinta y expresiva, de la realidad de los campesinos de su tierra, en relatos que trascendían la pura anécdota social.
En su obra más conocida, Pedro Páramo (1955), Rulfo dio una forma más perfeccionada a dicho mecanismo de interiorización de la realidad de su país, en un universo donde cohabitan lo misterioso y lo real, y obtuvo la que se considera una de las mejores obras de la literatura iberoamericana contemporánea.

RESUMEN
“ Diles que no me maten”:
Es uno de los tantos cuentos del mundialmente reconocido escritor mexicano Juan Rulfo, en el que
se ven reflejadas sus vivencias. Como es su costumbre, la trama se desarrolla en un pueblo de nuestro México. De nuevo, Rulfo escribe sobre los personajes que habitan en los poblados, sus costumbres, su estilo de vida, sus motivos, sentimientos, su forma tan peculiar de hablar, acorde con la región… Quien mejor que él, para describir tan fielmente, la vida de “la gente de pueblo”. ¿ De qué trata este cuento regionalista, tan pequeño en extensión pero tan profundo en su contenido? La historia es sencilla, pero su genialidad, es que sigue vigente en nuestros días: Juvencio Nava mata a su amigo, a su compadre Lupe Terreros, por pelear las tierras fértiles de éste último. Pleitos tan comunes de la gente de estas poblaciones. Pleitos que se repiten a través de generaciones y en nuestros tiempos. Las sequías duraron mucho tiempo y los animales de Juvencio morían por no tener donde pastar. El mejor lugar para pastar era el terreno de su compadre, pero éste no le permitía entrar. Por eso, desesperado, Juvencio rompía la cerca de Don Lupe todas las noches para llevar a sus animales a pastar. Después de varias advertencias, Don Lupe, enojado, le mata un novillo y la respuesta de Juvencio no se hace esperar: desata toda su furia contra su amigo. Hasta aquí, podríamos cuestionarnos como pueden ser tan amigos estos dos hombres y hasta compadres, si a uno lo cega su egoísmo y al otro la envidia. En los problemas, en las dificultades, se conocen los verdaderos amigos. 30 largos años escondiéndose, tratando de hacerles ver a todos los demás habitantes de la región, que tuvo motivos para matar. Al principio dio en prenda sus animales, mas sin embargo, no le sirvió de nada; perdió su terrenito, se escondió en otro pueblo, y a lo largo de los años, su mujer terminó abandonándolo. No la buscó, porque tenía miedo de que lo encontraran, prefería seguir escondido y salvar su vida. Se quedó solo con su hijo Justino. Éste creció y se casó. Ahora tenía 8 hijos por quien velar. ¡ Diles que no me maten! Le repetía una y otra vez a su hijo, y le pedía, casi exigía, que abogara por él. Pero Justino ya no deseaba interceder, porque temía que lo juzgaran por lo que hizo su padre y ahora debía proteger a su familia, que era numerosa. Esa era su primer responsabilidad y quería cumplirla. Juvencio seguía pensando que ya había pagado por su crimen con creces: 30 años huyendo, 30 años escondido, 30 años viviendo miserablemente. No merecía morir. Al menos, eso creía él. Ya era viejo, pero ahora, debía responder por su crimen. Había dejado una viuda y dos huérfanos, apenas de 5 años. ¿ Podrían perdonarle? Tarde o temprano, el destino nos alcanza. Podemos huir, podemos darle la vuelta, pero un día, tendremos que enfrentarlo. Cada acto que el hombre realiza, debe hacerlo asumiendo su responsabilidad, porque nadie más, puede hacerlo por él, sin importar cuales sean los motivos… las razones…sin importar, cuales sean las consecuencias.




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