PEDRO Y EL CAPITÁN
Biografía Mario Benedetti :
Escritor uruguayo. Mario Benedetti fue un destacado poeta, novelista, dramaturgo, cuentista y crítico, y, junto con Juan Carlos Onetti, la figura más relevante de la literatura uruguaya de la segunda mitad del siglo XX. En marzo de 2001 recibió el Premio Iberoamericano José Martí en reconocimiento a toda su obra. Fue Director del Departamento de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Humanidades y Director del Centro de Investigación Literaria en La Habana.
En la obra de Mario Benedetti pueden diferenciarse al menos dos periodos marcados por sus circunstancias vitales, así como por los cambios sociales y políticos de Uruguay y el resto de América Latina. En el primero, Benedetti desarrolló una literatura realista de escasa experimentación formal, sobre el tema de la burocracia pública, a la cual él mismo pertenecía, y el espíritu pequeño-burgués que la anima.
RESUMEN:
“Pedro y el Capitán” (1979) de Mario Benedetti fue concebida inicialmente como novela, pero finalmente significó el afortunado reencuentro del escritor uruguayo con el teatro. Es una larga conversación entre un torturador y un torturado, en la que la tortura no estará presente como tal, aunque sí como la gran sombra que pesa sobre el diálogo”, según las propias palabras de Benedetti. El planteamiento escénico, minimalista, no muestra pues la tortura física en sí misma, sino que se desenvuelve en cuatro actos que son meros intermedios entre tortura y tortura. Son los momentos en los que el “interrogador bueno” se hace cargo del detenido que ha sido previamente torturado.
Según el autor, “la obra no es el enfrentamiento entre un monstruo y un santo, sino de dos hombres, dos seres de carne y hueso, ambos con zonas de vulnerabilidad y resistencia”. La verdadera tensión dramática de esta obra es trazar la evolución psicológica de una persona normal a un torturador y la resistencia y lealtad del torturado”.
En la obra el intento de comprensión de una de las manifestaciones de la violencia engendrada por sistemas políticos represivos, el tenso diálogo desarrollado en la sala de interrogaciones entre víctima y victimario, conforman una verdadera radiografía dramática de la psicología de un torturador. La distancia que separa a ambos es, sobre todo, ideológica; y quizá ahí es donde reside la clave de otras diferencias, que abarcan temas tan sensibles como la moral, el ánimo, el dolor humano, el coraje y la cobardía, la poca o mucha capacidad de sacrificio, la brecha entre la traición y libertad.
La pieza busca hallar respuestas al por qué y mediante qué proceso, un ser normal puede convertirse en un torturador. Al comenzar a leerla, uno tiene la imagen de que el torturador es un ser ruin, malvado, y que no escatimará esfuerzos en obtener la información que pretende. Por otra parte aparece el torturado como un ser débil, que pretende aguantar la mayor cantidad de tiempo posible los castigos y vejámenes a los que se le someten, por lealtad a su ser y compañeros, a sus ideologías y creencias.
Pedro encarna una especie de conciencia enmascarada, oculta, pero presente en el Capitán. Sus diálogos fluyen de una manera pausada. En el inicio es el Capitán el que ejerce un monólogo “conciliador” frente a un ya maltrecho Pedro, para que este le entregue la información deseada. Sin embargo, Pedro se niega. El Capitán no incurre en maltratos físicos, pero cada vez que se entrevista con Pedro lo encuentra más demacrado y dañado. Es en ése instante cuando el Capitán y Pedro comienzan a hablarse con franqueza, ya no del tema que se supone los atañe, sino de cómo realmente son como personas, de sus vivencias. Se produce entonces una abertura humana, en la que el lector ya no difiere entre el “malo” y el “bueno”, sino que se ve frente a un diálogo completamente humano. Finalmente Pedro le hace ver al Capitán su dolor y amargura que lleva dentro y que esquivaba, pero que Pedro desnuda con su honestidad y valentía, valores tan marcados y visibles en Pedro que conmueven hasta al más duro, al torturador.
La obra muestra cómo, en un escenario tan tenso, dos seres humanos llegan a conciliar sus ideas, a compartir y sentirse semejantes, a pesar de ser enemigos. Es una pieza con un profundo contenido ético, y la forma en que la historia es narrada permite un entendimiento rápido y hace que el lector se inmiscuya en ella y que le sea ineludible el deseo de conocer el final.
Podría concluirse que “Pedro y el Capitán” juega, de cierta forma, el rol de un documento histórico aún no develado en Latinoamérica, ya que muestra una de las posibles relaciones entabladas entre víctimas y victimarios, o al menos la idea de que algo parecido pueda haber ocurrido en los distintos procesos de tortura vividos en Sudamérica. Jamás conoceremos los tratos, las conversaciones y las vivencias que experimentan un torturador y su víctima -a menos que tengamos la desgracia de haberlo experimentado- pero Benedetti nos demuestra -dejando a un lado su postura política y el sufrimiento por el que atravesó con su exilio- que detrás de cada rostro, de cada acto o ejercicio, por muy aberrante que este sea, siempre existe un ser humano, y su condición no podrá cambiarse por las circunstancias. Lamentablemente, una vez concebido el crimen, el tiempo no puede dar marcha atrás a pesar del arrepentimiento, que en ocasiones, como sucede en esta historia, resulta ser la peor de las torturas.
Según el autor, “la obra no es el enfrentamiento entre un monstruo y un santo, sino de dos hombres, dos seres de carne y hueso, ambos con zonas de vulnerabilidad y resistencia”. La verdadera tensión dramática de esta obra es trazar la evolución psicológica de una persona normal a un torturador y la resistencia y lealtad del torturado”.
En la obra el intento de comprensión de una de las manifestaciones de la violencia engendrada por sistemas políticos represivos, el tenso diálogo desarrollado en la sala de interrogaciones entre víctima y victimario, conforman una verdadera radiografía dramática de la psicología de un torturador. La distancia que separa a ambos es, sobre todo, ideológica; y quizá ahí es donde reside la clave de otras diferencias, que abarcan temas tan sensibles como la moral, el ánimo, el dolor humano, el coraje y la cobardía, la poca o mucha capacidad de sacrificio, la brecha entre la traición y libertad.
La pieza busca hallar respuestas al por qué y mediante qué proceso, un ser normal puede convertirse en un torturador. Al comenzar a leerla, uno tiene la imagen de que el torturador es un ser ruin, malvado, y que no escatimará esfuerzos en obtener la información que pretende. Por otra parte aparece el torturado como un ser débil, que pretende aguantar la mayor cantidad de tiempo posible los castigos y vejámenes a los que se le someten, por lealtad a su ser y compañeros, a sus ideologías y creencias.
Pedro encarna una especie de conciencia enmascarada, oculta, pero presente en el Capitán. Sus diálogos fluyen de una manera pausada. En el inicio es el Capitán el que ejerce un monólogo “conciliador” frente a un ya maltrecho Pedro, para que este le entregue la información deseada. Sin embargo, Pedro se niega. El Capitán no incurre en maltratos físicos, pero cada vez que se entrevista con Pedro lo encuentra más demacrado y dañado. Es en ése instante cuando el Capitán y Pedro comienzan a hablarse con franqueza, ya no del tema que se supone los atañe, sino de cómo realmente son como personas, de sus vivencias. Se produce entonces una abertura humana, en la que el lector ya no difiere entre el “malo” y el “bueno”, sino que se ve frente a un diálogo completamente humano. Finalmente Pedro le hace ver al Capitán su dolor y amargura que lleva dentro y que esquivaba, pero que Pedro desnuda con su honestidad y valentía, valores tan marcados y visibles en Pedro que conmueven hasta al más duro, al torturador.
La obra muestra cómo, en un escenario tan tenso, dos seres humanos llegan a conciliar sus ideas, a compartir y sentirse semejantes, a pesar de ser enemigos. Es una pieza con un profundo contenido ético, y la forma en que la historia es narrada permite un entendimiento rápido y hace que el lector se inmiscuya en ella y que le sea ineludible el deseo de conocer el final.
Podría concluirse que “Pedro y el Capitán” juega, de cierta forma, el rol de un documento histórico aún no develado en Latinoamérica, ya que muestra una de las posibles relaciones entabladas entre víctimas y victimarios, o al menos la idea de que algo parecido pueda haber ocurrido en los distintos procesos de tortura vividos en Sudamérica. Jamás conoceremos los tratos, las conversaciones y las vivencias que experimentan un torturador y su víctima -a menos que tengamos la desgracia de haberlo experimentado- pero Benedetti nos demuestra -dejando a un lado su postura política y el sufrimiento por el que atravesó con su exilio- que detrás de cada rostro, de cada acto o ejercicio, por muy aberrante que este sea, siempre existe un ser humano, y su condición no podrá cambiarse por las circunstancias. Lamentablemente, una vez concebido el crimen, el tiempo no puede dar marcha atrás a pesar del arrepentimiento, que en ocasiones, como sucede en esta historia, resulta ser la peor de las torturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario